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miércoles, 27 de julio de 2011

Un dolor (y III)


Existe un límite marcado por la “propia carne”. No puedes compartir realmente la debilidad de otra persona, ni su miedo, ni su dolor. Lo que sientes tal vez sea erróneo. Probablemente podría ser tan erróneo como lo que sentía el otro, y sin embargo desconfiaríamos de quien nos advirtiera que era así. De todas maneras seguiría siendo bastante diferente, en todo caso. Cuando hablo de miedo me refiero al miedo puramente animal, al rechazo del organismo frente a su destrucción, a un sentimiento sofocante, a la sensación de ser un ratón atrapado en una ratonera. Esto no puede transferirse a otro. La mente es capaz de solidarizarse con ello; el cuerpo menos. En cierto sentido, los cuerpos de los amantes son menos capaces todavía. Todos sus episodios de amor los han arrastrado a tener no idénticos, sino complementarios, correlativos y hasta opuestos sentimientos de cada uno con relación al otro.

La confusión y el trastorno se me vienen encima. Tengo una cadavérica sensación de irrealidad, de estar hablando al vacío sobre una entelequia.

Las razones de la diferencia están muy claras. Nunca sabe uno hasta qué punto cree en algo, mientras su verdad o su falsedad no se convierten en un asunto de vida o muerte. Es muy fácil decir que confías en la solidez y fuerza de una cuerda cuando la estás usando simplemente para atar una caja. Pero imagínate que te ves obligado a agarrarte a esa cuerda suspendido sobre un precipicio. Lo primero que descubrirás es que confiabas demasiado en ella.

Y la pena se sigue sintiendo como miedo. Aunque tal vez fuera más exacto decir que como un “suspense”. O como una expectativa; eso es. Es como estar colgado a la espera de algo que va a pasar. Esto confiere a la vida una sensación permanente de provisionalidad. Parece como si no valiera la pena empezar nada. No soy capaz de encontrar asiento, ando azogado y nervioso, bostezo, fumo muchísimo. Antes nunca llegaba a tiempo para nada. Ahora no hay nada más que tiempo. Tiempo en estado casi puro, una vacía continuidad.

Como en esos sueños en que no ocurre nada terrible, ni siquiera que parezca digno de mención al contarlos a la hora del desayuno, y sin embargo la atmósfera y el sabor del conjunto son mortíferos. Pues igual. Veo moverse las hojas de un álamo por la ventana y durante unos instantes no entiendo por qué precisamente ellas pueden resultar deprimentes, mas tarde amarillearán y me resultará nostálgico. Oigo jugar a niños en el jardín y una cierta alegría que antes tenían sus voces ahora resultan molestas. ¿Qué pasa con el mundo para que se haya vuelto tan chato, tan mezquino, para que parezca tan gastado? Y entonces caigo en la cuenta.

Ésta es una de las cosas que más miedo me dan. Las agonías, los momentos nocturnos de locura, siguiendo un curso natural, tendrán que acabar por desvanecerse. Pero ¿y qué viene luego? ¿Nada más que esta apatía, esta mortal insulsez? ¿Llegará un día en que deje de chocarme que el mundo me parezca una calle tan estrecha, por haber llegado a aceptar la sordidez como cosa normal? ¿Es que la pena acaba por desleírse en aburrimiento matizado por una ligera náusea?

¿Qué más da el proceso que lleve mi pena ni lo que haga con ella? ¿Qué más da mi manera de recordar o incluso que recuerde o no? Ninguna de estas alternativas servirá para dulcificar o agravar las angustias que pasó ella.

Lola - Pena, penita, pena.

2 comentarios:

Txumai dijo...

Entendido.

My (your) Life

Txumai dijo...

Creo que las pastillas no me van bien, necesito mucho más, o me estás haciendo un efecto adverso. Pero esto va de mal en peor, y las circunstancias se amontonan, y eso de mal de muchos... no me vale, al contrario, me da asco la vida.

A ver qué tienes que decir

:-) 8-S B-P ;-[ 8-D }:-) x* ;-D :-] :-P :*) :-( ;-) XD
:-) 8-S B-P ;-[ 8-D }:-) x* ;-D :-] :-P :*) :-( ;-) XD

behera

gora